Ni el éxito ni las desgracias te hacen buenas personas.
Parece el título de un bolero latinoamericano, cutre pero con letra
aprovechable. Lo cierto es que pensamos que todo aquel que tenía éxito en la
vida, por ejemplo un cantante, es humilde, sincero y dadivoso. Admiramos su
virtud y presuponemos que tal ventaja muta hacia todos los ámbitos de la vida.
En la otra cara de la moneda, tenemos a aquellos en el que
la vida no les ha tratado especialmente bien, mártires de nacimiento que por
mucho que lo intenten no levantan cabeza. En este caso la benevolencia y la
compasión nos hacen presuponer que la persona en cuestión es poco menos que una
beata.
No intento llegar a ninguna parte con esta absurda reflexión
de la naturaleza humana, pero tengo claro lo que me supone ser buena persona.
Nunca renegaré a ese Mr. Hide que todos, sin excepción, poseemos y el cual no
hace falta tomar ninguna pócima mágica que nos haga malignos. De lo que hay que
ser conscientes es de los límites y los daños a los que uno está dispuesto a
asumir y/o provocar y, por supuesto, a las personas a las que uno puede
perjudicada.
Sin duda alguna los quereles son el mayor germen de los Hide
del mundo. Yo quiero al novio de mi amiga, yo quiero hacer sombra a los que me
rodean, yo quiero tener pareja y poder cargar mi agenda de devaneos amorosos
dignos del propio Don Juan…
El egoísmo exacerbado ha infectado a la propia corona
española, ¿cómo vamos a ser los plebeyos menos? Políticos, banqueros,
empresarios, estafadores… sus YO QUIERO se reflejan en seis millones de parados
y un déficit que sin saber cómo nos ha empujado casi al franquismo. Este mismo
egoísmo fue el que nos hizo aceptar una beca de cuatro mil euros y gastarlo en
un viaje a Nueva York, el mismo que nos hizo ver por encima a los que emigraron
de su tierra a los pagamos al margen del conocimiento de Hacienda.
La cuestión es
¿cambiaremos? Aquel que está en trámites de desahucio y por suerte del destino
logra sortearlo, ¿acogería en su casa a aquel que no tuvo tanto azar?
Me gustaría pensar que la naturaleza humana es mejor de la
estima que ahora mismo le tengo, es cierto que para ello habría que haber
estado rodeado de personas que lo demuestren, habrá que seguir buscando.
Ni las caras ñoñas, ni los fandangos bien cantados, ni los complejos más pronunciados justifican los daños colaterales.
Creo que es cuestión de la propia condición humana que, como todo en esta vida, por muy predestinado que parezca estar, sea la personalidad de cada uno la que deje que la avaricia corrompa sus almas; pero que con ello arrastren a todo un país...nunca pensé que fuera cuestión de la naturaleza humana. Pedazo de argumento fundamentado, Candeli.
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